Aquel Pedregal de mi adolescencia

Solíamos los adolescentes del viejo Pedregal de la última dictadura encabezada por el Coronel Marcos Evangelista Pérez Jiménez, solazarnos en la riberas del río, bracear ágilmente en los tallos robustos de la icónica mata de Isiro, escalar el Cerro Miracielos en procura de los carnosos cotoperices, o los empinados senderos del Cerro El Calvario, en donde las matas de "Taritas" eran provisión, no solo para escuchar las magistrales clases de la maestra Celina como si fueran palomitas de maíz en algún cine, sino para compartir con alumnos de pupitres vecinos en cuyos solapados gaveteros se solían guardar tales pertrechos frutales.
La huerta e Pulido en la diagonal al "TANQUE VIEJO" también se localiza como un punto de recurrentes visitas de grupos de adolescentes uniformados en batas blancas con las iniciales: "ENGFMCH" (*) bordadas en rojo, quienes saltaban las alambradas de púas en procura de los frutos agridulces que eran del agrado de la maestra Carmen Celinda y quien los recibía con una palabra de gratitud, sin percatarse que aquel manojo de tamarindos era producto de una fechoría inocente de nuestra adolescencia.
En temporada de cosecha de datos dispensados por los cardonales que bordean el este del pueblo, éstos fueron atractivo al paladar adolescente de aquellos tiempos; sin embargo...era al norte en el sector de Santa Cruz en donde las lefarias superaban con su dulzor indescriptible cualquier frutal xerófito que se interpusiera en su camino.
Y Cerro Pelao.... el guardián septentrional del valle que fué poblado por aborígenes ajawas hace mas 500 años, mantiene aún su primacía en el dulzor de los gustosos datos escarlata que semeja manzanas abiertas con sabor a miel de abejas.
Martín Fernández, pisatario y habitante como lo fue de adolescente ,suele evocar en su destierro voluntario en la ciudad de Coro las robustas iguanas "de crin voltiá" que se mecen en los ramajes de los cujíes en las faldas del cerro, tras las lluvias esporádicas de octubre que por indita razón ellos llaman "Las Cabañuelas ".

(*) Escuela Nacional Graduada Fabio Manuel Chirino.
Para todo sirven las bayonetas, menos para sentarse en ellas. (Emilio Castelar)

23 de enero 2021<
Coro, Capital del Estado Falcón, Venezuela


Así llegó El Candil, como llegaba el Rio Pedregal

El Río Pedregal desde su cuna, allá en la venturosa Parroquia Avaria nunca pidió permiso para irrumpir vertiginosamente en la cuenca que bordeaba el final sur de nuestra tradicional Calle Comercio. Sólo el estruendo de empuje de piedras, peñascos y gigantescos árboles que se anunciaba desde el suroeste de Vera Verde haciendo eco en aquella falda sinuosa del cerro era el E-mail que nuestro portentoso río de otrora nos enviaba antes de llenar en instantes por entero el cajón con aguas olorosas a bahareque y que hacían temblar ligeramente las reverentes paredes del solar de Ciprianito
Así llegó el Candil Pedregalero a la plataforma digital blog WordPress de la mano de Carmen Virginia y con un espectacular manojo de escritores insignes, ávidos de espacios para mostrar su pluma, sus talentos y sus deseos de ver en vertiginoso crecimiento a un semanario que hoy se proyecta tal como El Río Pedregal a un encuentro inexorable con el mundo libre, tomando en cuenta el crepitar del corazón con que él ha nacido en procura de las libertades a las que nunca habremos de renunciar.
La dirección, edición, administración y la pluma que hoy, en su primer aniversario lo exalta , hará del Candil Pedregalero la genuina expresión de los que hoy amamos a ese pueblo y los que adicionalmente tenemos una oración para bendecirle y rememorar la promesa de Dios que luce intacta, por lo que debemos procurársela para que Pedregal vuelva a ser lo que ayer fue: “LA TIERRA DEL MAÍZ QUE NO SE PICA”, sin olvidar que al igual que ese prodigioso cereal, la letra escrita en sus hermosas páginas, será parte de la nutrida cosecha cuando nuestra patria grande vuelva a ser república.

Coro, Estado Falcón, Venezuela
Domingo, 22 de marzo de 2020

Chepa

Luis Ramoncito llegó desde el Caserío La Guinea en la Montaña Alta de la venturosa Parroquia Avaria, junto con sus padres, siete hermanos y una tiabuela llamada Teófila, para ubicarse en el mismísimo corazón del Pedregal pueblerino con sus dos mil habitantes cuando la Venezuela de aquella… la “ultima” dictadura contaba con 6 millones de habitantes.
Uno de los “decires” que más escuchaba la tresañal criatura, era una pregunta con su simultanea respuesta que utilizaban sus abuelos y tíos para iniciar un ciclo de risas incontenibles que él no comprendía.
Los diálogos comenzaban así:
– ¿Comiste Chepa?; a lo que el otro tío respondía:
– Una sopita
Luis Ramoncito creció con aquella incógnita del porque de la risa ante tal pregunta hasta que llegada la edad del pantaloncito largo hubo de preguntarle a su abuela Luztgarda el motivo de la intrigante pregunta y la tan mediata respuesta; quien le explicó que por allá por los años 30, había una ancianita que mendigaba en las calles del pueblo y en las periferias también; su nombre, para los amigos, Chepa:
pregunta deliberada:
¿Comiste Chepa?
respuesta deliberadamente estudiada por Chepa:
Un caldito
¿Y que más Chepa?,
Una verdurita,
¿Y que más Chepa?,
Una presita,
¿Y que más Chepa?,
Una arepita
¿Y que más Chepa?,
Una ñemita,
¿Y que más Chepa?,
Un cafecito

Total; Chepa, en cada casa del pueblo contaba literalmente como se había comido cada sopa en cada mesa, con la más impresionante ingenuidad, como si separara las presas, las verduras , el caldito y hasta el cilantro que las bondadosas familias del pueblo le proveían para luego preguntarle, tras consumir un plato de mazamorra rebosante como postre de despedida:
¿Comiste Chepa?, a lo que la ingeniosa Chepa, con las enaguas remangadas en la voluminosa barriga respondía:
Una sopita.

Chepa se ha ido como el tiempo vivido en el Pedregal de ayer, pero aún retumban en los sueños del subconsciente de Luis Ramoncito, los diálogos de preguntas y respuestas cuando los nietos en horas del almuerzo hogareño le preguntan:
¿Comiste Chepa? a lo que el responde con la misma indetenible risa contagiosa de otrora:
Una sopita

Cuanto más se conjugan voces diversas y contrarias, más maravilloso resuena el concierto.
“Angelus Silesius”


Coro, Capital del Estado Falcón, Venezuela
Sábado, 18 de julio 2020

Ciprianito y los extenuantes viajes hasta Cabimas

En aquel tiempo, cuando el Capitán Barreto ejercía la suprema autoridad del viejo Pedregal capital del Distrito Democracia, el transporte público con destino a la anciana Cabimas de Los Postes Negros, lo ejercía a la par con Antonio Delmoral, el noble anciano de mil caminos carreteros de nombre: Ciprianito.
El viejo carcamán terrero que él hábilmente conducía era un vetusto bus entablado en los costados y entablado en los cojines que solía “zarpar” de la Calle Comercio al final sur, justo donde pasaba el Río Pedregal con todo su furor hacia su encuentro con el Mar Caribe y que los pedregalenses de aquellos tiempos denominábamos: LAS VEGAS.
La hora de salida del laborioso hombre del volante, infatigable era a las 4 de la mañana, quien después de desamarrar su cálida hamaquita, que él colgaba en los frondosos cujisales que hacían vida en los predios de aniego que las crecidas de octubre irrigaban con las sedimentadas aguas llenándolas del embono pastoso del memorable rio; emprendía su rodar parsimonioso casa por casa, en la rutinaria búsqueda de los pasajeros anotados en su vieja libreta que él iluminaba con su linterna de pilas “Everredy”. Esta actividad le consumía la hora uno de las doce que le tomaba al autobús para su arribo a la terminal zuliana.
Todo era parte del Tour, tras el despegue llevado a cabo desde las planicies de La Meseta, y aunque el camino era polvoriento y aparatoso en los pases de quebradas, los viajeros se adormitaban quizás por la lentitud del vehículo sumado a la paciencia del piloto, quien consumía el termo de café Imperial antes de la subida del “Cerro e Juan Salima” y se le activaba el sensor del sueño inexorable que le comenzaba a agobiar justo al bajar el empinado cerro; tras lo cual procuraba una planicie y arrimaba a un frondoso cují, para luego colgar su hamaca y felizmente iniciar sus ronquidos durante una hora, hasta que el sueño se despidiera de su subconsciente, ante la admirable paciencia de los pasajeros que comprendían aquello como los efectos de su visible ancianidad. Sin embargo 5 horas más tarde se detenía en La Coromotana a almorzar de manera parsimoniosa para luego recargar el termo y continuar la solemnidad de aquel viaje repleto de seres inmutables sentados en las duras tablas de la cabina de pasajeros.
Son las 4 de la tarde y las luces de balizaje de la pista se activan para el aterrizaje en el Barrio Corito de Cabimas mientras Ciprianito alerta a los viajeros primerizos que viajan a Maracaibo su deber de comprar pasaje en el Ferry que sale a las 5 pm por cuanto aún no se ha construido el majestuoso Puente Sobre El Lago que está en proyecto construir por parte del Gobierno Constitucional del coronel Marcos Pérez Jiménez.

La luz no es la más rápida, la obscuridad siempre estará esperándola. (anónimo).

Coro, Capital del Estado Falcón, Venezuela

Concejos municipales, en Democracia

Nuestra fuente electrónica, enuncia taxativamente una evolución cualitativa de gran importancia en el sistema electoral utilizado para la elección de concejales, tras el deceso del General Gómez en diciembre del 35.
Sin embargo, las terceras elecciones de concejales, celebradas aquel 22 de octubre del 44, denota la carencia de libertades electorales plenas, al permitir sólo el voto a los hombres mayores de 21 años y que pudieran leer y escribir; por lo que el total de electores terminó siendo muy reducido, en relación a la población general.
A mediados del siglo XX, tras la caída de la ignominiosa dictadura militarista del Coronel Pérez Jiménez y ya en el andar de nuestra incipiente democracia, nuestros congéneres diseñaron un sistema electoral capaz de darle a la mayoría del país un apoyo parlamentario de cuatro niveles; Cámara del Senado, Cámara de Diputados, Asambleas Legislativas Regionales Y Concejos Municipales; que sin duda alguna resultaron de gran apalancamiento para la gestión del novísimo presidente, quien sin duda, recibía un país encabritado en donde todos querían el poder.
En consecuencia; el país, en libérrimos comicios, con un universo de: 2.903.801 votantes, logró conformar el Congreso nacional, con 132 miembros de la Cámara de Diputados, 51 Senadores, las Cámaras de Diputados de las Asambleas Legislativas Regionales y los Concejos Municipales, con una inusitada demostración de pueblo ávido de libertades que proyectó para aquella ocasión el 92.43% de participación y todo esto con los alcances providenciales de la tarjeta pequeña.
Nuestro pueblo...Pedregal, el Pedregal de aquella génesis democrática, pudo, igual ser parte de aquellos eventos políticos, a pesar de la represión, persecuciones y prisiones esporádicas que les impedían la formación de partidos y por ende la conformación de cuadros para organizar la participación por sistema de planchas, que a la postre, nos dignó con la presencia de nuestros cinco pedregalenses elegidos por el voto libre, de hombres y mujeres que habían comenzado, en aquella memorable fecha a forjar nuestra naciente democracia en el pujante Distrito Democracia de entonces.

He aquí el cuadro de conformación de nuestro primer Concejo Municipal electo en libérrimos comicios:
José Manuel Hernández ............... Presidente (AD)
Ángel Graterol ...................... (AD)
José Ramón Casares .................. (AD)
José del Carmen Piñero .............. (COPEI)
Félix Ferrer ........................ (Independiente en plancha de AD)
Ladislao Molleja .................... Secretario de Cámara

Concierto en el Pedregal de aquellos tiempos

En aquel lejano andar del viejo Pedregal, se suscitaban ocurrencias domésticas dignas de volver a vivirlas en estas notas escritas, aunque lo único que no ha cambiado es la eternidad en el uso de este lápiz Mongol con el que se hace presente ese pasado reciente con todos sus escenarios disponibles.
Todo despertar era un cantar de gallos; desde el tradicional Barrio Chimpire con los estridentes cantíos de la incontable cuerda de gallos del padrecito Camacaro, hasta el cantar melodiosos de los pirócos del gallero mayor Ramón Sangiovanny por allá por los predios de La Quebraíta, cuyos madrugadores conciertos hacían eco en las faldas del Cerro Miracielos; al que las ancianas de mi pueblo llamaban El Cerro de Don Carlos.
Pero antes de que cesara aquel monumental concierto enclavado en la ruta del sol naciente, Roso Roberty hacía despertar aquella reata de jumentos desde el Sureste para dar inicio entre rebuznos asnales, a las tareas de acarreo de agua dulce desde el Tanque Viejo, que tenía como antesala la monumental Mata de Isiro con sus enormes brazos extendidos semejando una cálida bienvenida a los fajineros del pueblo.
Todo se volvía un afán matutino y una que otra bandada de Daras trasnochadas completaban aquel rutinario amanecer acrisolado por las cornetas estridentes de los vetustos autobuses de Antonio Delmoral y Ciprianito alertando a los somnolientos pasajeros que deberían ser trasladados hasta el Centro Cívico de Cabimas para las diligencias de rigor.
El escenario se hacía más sublime cuando en los suburbios del pueblo, como lo son Santa María, La Línea y El Tendal se escuchaban serenatas de trovadores enamorados, asistidos por Paco y Marco El Chamaco que procuraban que aquellas hermosas damas, olorosas a Polvo Sonrisa se dignaran abrir los postigos para agradecer los cantos balbuceantes de sus pretendientes.
El sol radiante descorre el velo fulgurante en el Viejo Pueblo y se inicia la rutina de perros desperezándose en las calles, balidos de ovejas y cabritonas dando saltos gimnásticos como adolescentes celebrando el nuevo amanecer, mientras Chejendé, el pordiosero itinerante que cada trimestre inicia su periplo de visitas ; llega al pueblo comenzando por la Bodega Democracia de Nicolás Leal en donde se le da la aperitiva bienvenida con las sobras de Cerveza Regional, que quedaron en el casillero que consumieron los distinguidos clientes de la parranda de anoche … y no pregunten quienes eran porque ustedes conocieron más que yo los más asiduos consumidores de aquel legendario Bar bodega atendido amablemente por el personaje a quien las ancianas de mi pueblo llamaban (por mal nombre), EL PADRE SÁNCHEZ.

Coro, Estado Falcón, Venezuela
Miércoles, 05 de febrero de 2020

Contiendas a la salida de la Fabio Manuel

La Escuela Nacional Graduada “Fabio Manuel Chirino”, fue por años generadora de historias estudiantiles susceptibles a su reedición con el fin único de desempolvarlas, para que el pedregalero de estos tiempos se forme una idea de cómo fue la evolución de la educación primaria en plena dictadura Perezjimenista, en la que no sólo era manifiesta la represión política, la prohibición de reuniones con fines partidistas, sino la imposición en cada aula del uso de unas tormentosas palmetas labradas en madera del yabo, vera, curarí o simplemente ceiba, para golpear las palmas de las manos de los alumnos que violentaban normas prescritas en aquel legendario colegio de educación primaria, que fue a la postre una cantera de profesionales pedregalenses, que hoy transformados en abuelos disfrutan de la candorosa senectud en medio de estos recuerdos transportados por el ferrocarril sobre los rieles del tiempo.
Las normas que más infringían los alumnos era la de no agredirse mutuamente y en ocasiones lo hacían por motivos fútiles de un tropiezo o de un sobrenombre de los que se hacían acreedores los iniciadores de tan memorables contiendas. De allí que cada pelea a la salida de clases era a todo evento un acontecimiento que activaba las funciones de un promotor, un animador y un árbitro que separaba los contendores si caían en clinch o intentaban el uso de piedras en los puños para hacer contundentes los golpes; el promotor organizaba el ovalo para que el director Zabala no se enterara de la reyerta mientras el animador tomaba dos ramitas del cují que fungía de Poliedro, las lanzaba en el suelo, para luego decír: esta es la madre de x y esta es la madre de y; seguidamente, ambos al unísono pisaban la ramita y era la señal inexorable del inicio de la contienda; cada golpe era una celebración con un grito de origen inédito…¡ Chivo el diablo!, cada puñetazo en la espalda era una algarabía enorme y el knock Down era un apoteósico último round cuyo capítulo final era un mar de lágrimas.
En lo personal me tocó una misión de ruda circunstancia, por cuanto en el segundo grado que cursé con mi inolvidable maestra Eglee, me hice amigo de 2 compañeritos a quienes les decían: Mundo y Cochinito, ambos se desafiaban a pelear diariamente en ambos turnos de clases; una de esas contiendas la celebraron en la altísima acera de la casa de don Félix Ferrer; lo inusual del asunto es que Mundo llegó ese día con el antebrazo enyesado, lo que me hizo pensar que ese día transcurriría sin contienda, más no fue así; Cochinito como más belicoso desafió a Mundo con palabras insultantes y éste alegó que por motivo del yeso no podría enfrentarse a lo que el contendor le propuso la pelea con el brazo izquierdo adherido a su espalda. Mundo un tanto temerario aceptó el reto y en las primeras manos del careo terminó en el suelo de donde lo ayudé a levantarse; y sin rencores caminé con ambos hasta el ala sur de la Plaza Bolívar en donde se consoló con un sarmiento de caujaros que desprendió de las matas celosamente custodiadas por el celador de todos los tiempos llamado Perucho Hernández.

El hombre encuentra a Dios en cada puerta que la ciencia logra abrir. LRS

25 de agosto de 2020

Cuando el presidente de Venezuela visitó a Pedregal

Ningún pedregalense de aquellos tiempos llegó a imaginarse que aquel oficial de la Marina Venezolana, que encabezó el derrocamiento del sátrapa-dictador Marcos Evangelista Pérez Jiménez, nos dispensaría el honor de honrarnos con su presencia con motivo de la primera campaña electoral que dio origen a nuestra incipiente democracia.
La mayoría del poblado se apiñó en la gloriosa Playa de Béisbol, con la mirada puesta al firmamento hasta que la silueta inconfundible de aquel par de helicópteros de la fuerza aérea se hizo visible en el cerro noroeste de nuestro pueblo.
Cuando Hely Hernández señaló el punto por donde ilustraron el paisaje las ruidosas naves, la gente humilde de mi pueblo gritó jubilosa:
-¡Viene el presidente!
Y aunque algunos no sabíamos ni siquiera pronunciar su nombre, todos destornillábamos de risa cada vez que alguien de la multitud, lo intentaba , todo era euforia hasta que el polvorín levantado tras el aterrizaje se disipó en el improvisado helipuerto y el pueblo rompió en aplausos con algunas lágrimas al observar al Contralmirante Wolfang Larrazábal Ugueto, impecablemente trajeado de gala, posar pie en tierra, y comenzar a saludar de mano a los laboriosos hombres y mujeres que se dieron cita aquella mañana inolvidable.
El presidente de aquella Venezuela de mediados de siglo XX, caminó a paso militar a través del barrio más tradicional del pueblo el Chimpire de todos los tiempos, y tras desayunar con su calificada comitiva en la memorable posada-pensión de la Chiche Quero, emprendió una caminata por la Calle Comercio hasta la iglesia, la plaza y la calzada en donde aún se evidenciaba la tierra quemada a causa de la acción de incineración del retrato del Coronel Pérez Jiménez, aquel reciente amanecer del 23 de Enero. Todos presidente y pueblo, sin agenda, sin ruta prevista y sin protocolos caminaron hasta el Estanque en donde un voluntario le ofreció un vaso de agua de la de consumo del pueblo, la que el presidente tomó en un sorbo para luego hacer un gesto de desdén por lo salobre del agua.
Nuestro insigne visitante emprendió la vuelta hacia las naves motivado por la premura de aquella cortísima campaña electoral por la presidencia, y las ancianas de mi pueblo derramaron más lágrimas que en la llegada; mientras un periodista de los tantos ávidos de entrevistas que cubrían la fuente para aquel momento le pregunto a una de ellas que caminaba por la borda del estanque con una lata mantequera sobre su cabeza lo siguiente:
- Señora dígame por favor..: ¿ De que vive la gente en este pueblo?
A lo que la anciana replicó:
- A mundo mijito, por aquí vivimos … de vaina.

“El país que viene será la república del hombre honesto. ¡anótate!”

Coro, Estado Falcón, Venezuela
Domingo, 08 de marzo de 2020

El Chamaco y la sotana del seminarista

El padre Fuguet durante su memorable sacerdocio procuró por siempre la formación de un pedregalense en las filas cristiano-católicas que en su misión sacerdotal representase como un suvenir dedicado al viejo pueblo del Pedregal para la posteridad.
En aquella tarea pertinaz de poco éxito, convenció a Don Manuel Ramírez para que su segundo hijo; el adolescente Francisco José (Kiko), se enrolara en la lista de “iniciados” en el Seminario Diocesano de la ciudad de Coro y el mismo lo trasladó a su ignota carrera, presentándolo ante el obispo Iturriza como su tocayo con grandes aptitudes para el sacerdocio del futuro.
Francisco José (Kiko), tras largos meses en aquel laberíntico internado contiguo a la iglesia San Gabriel y sometido a normas semejantes a las implementadas en los conventos medievales, al tiempo que memorizaba los juegos de pelota en la playa de béisbol y los chapuzones en el pozo de Antonia Quero no sólo abandonó los hábitos como se dice en el argot eclesial, sino que en la premura por hacerlo se vino a casa con la impoluta sotana blanca de doce botones de hueso en color gris, que los instructores le habían asignado para los didácticos rituales en las aulas silentes de aquel claustro católico.
Al no más llegar al pueblo desempacó la sotana y la llevó bajo el brazo a recorrer las cantinas y mostrarle a los amigos que, en serio, había abandonado los hábitos y se dispuso a celebrar en aquel parrando dominguero con sus amigos de siempre, entre ellos: Rafael Salima, Vitico Gutiérrez Arévalo, Jaime Adrianza, Pastor Manzanares y el no menos célebre Marco El Chamaco García, quien dejó de lado el armonioso violincito de tantas andanzas, para pedirle al seminarista que le permitiera la blanquísima sotana para mirarse como sería él si algún día decidiera ser el sacerdote oficial del pueblo.
La parranda tomó brillo pues El Chamaco comenzó a tocar magistralmente las piezas musicales: Tucusito, El Manguero y La Perica interpretadas por Pastor con su inconfundible voz de pueblo, y Nicolás Leal se animó y colocó como centro de mesa una 070 de Carta Roja que le mereció los aplausos compartidos con los destacados intérpretes.
Al padre español que despachaba aquella tarde noche en la Casa Parroquial le llegó el tuit de que había un cura ebrio tocando violín en el botiquín de Nicolás y para allá se fue en su Jeep pero al llegar la parranda se dispersó y el falso cura huía con el verdadero detrás lanzándole improperios por el Callejón de Doñana hasta que la noche oscura ocultó su silueta, la sotana apareció en los solares de Don Delfín y el padre español , en vista de que nadie delató al Chamaco atribuyó aquello a las apariciones cuaresmales de aquellos tiempos.


Luis Ramírez Sánchez.
“Permaneced unidos como hermanos o pereced dispersos como idiotas.” – Martin Luther King
Coro, Estado Falcón, Venezuela
Domingo, 16 de febrero de 2020

El espanto que caminaba en chinelas

Del mismo modo que existía una vida terrenal signada por las vicisitudes propias del sistema político imperante en el aparatoso trajinar del Viejo Pedregal; había también esporádicas andanzas espirituales que perturbaron los sueños de aquellos ocho niños que habían arribado desde La Guinea en La Montaña de Avaria a la casa numero 6 de la Calle Sucre, en tiempo en que, el Coronel Marcos Pérez Jiménez apenas comenzaba a moldear su incipiente dictadura, con las elecciones plebiscitarias del año 1952.
Manuel y Elena adquirieron la solariega casona de manos de Miguel, el hijo de la Chiche Quero y el mostró un largo corredor con pretiles al lado oeste en donde reposaban ocho hamacas de pabilo multicolor que la pareja solicitó incluir en la negociación por cuanto, las tentadoras hamacas con sus colgaderos coincidían fielmente con el número de potenciales durmientes que habrían de habitar la solariega casa en proceso de compra-venta.
De lo que no se habló, en tan formal y disciplinada negociación fue de aquel Espanto con Chinelas que irrumpía por el zaguán, hacía el recorrido como contando colgaderos, se prendaba de la hamaca número seis que le correspondía a Luis Ramoncito y la columpiaba en largas mecidas hasta que los gallos del Padrecito, con su cantío, le anunciaban (como a los vampiros), que era hora de dejar el mundo terrenal.
Luis Ramoncito soportaba silente esas y otras perturbaciones, de los días viernes (dia de las ánimas según la cultura pueblerina), que El Espanto de las Chinelas solía iniciar cuando Memo Borges procesaba el último apagón de preaviso que dejaba al Viejo Pedregal, silencioso y sereno bajo la placidez de su monumental manto de estrellas, único en el orbe.
Uno de esos viernes El Espanto de las Chinelas trasnochó a Luis Ramoncito, a tal punto que no sólo dejó de escuchar el cantío de los gallos del Padrecito allá en Chimpire , sino también los del gallero mayor Ramón Sangiovanny en la Calle Miranda de “La Quebraíta”, sin que el pequeño tresañal se levantara de su candorosa hamaca; mientras sus siete hermanos habían ya saltado de sus placenteros dormitorios, cuando una voz vibrante de uno de esos tantos “amanecios” de aquel sábado se abría paso por el largo corredor apartando hamacas, colgaderos y cobijas para saludar a Manuel, quien degustaba su primer cafecito en el umbral de la cocina.
Se trataba de: Eustácio Ciro Rodríguez el no menos célebre “Tacho Rodríguez”, armador de parrandas sabatinas y el mas calificado lanzador de cohetes y petardos, que despabilaban al pueblo somnoliento con sus ocurrencias simuladas que desafiaban la dictadura.
Tacho pudo a duras penas, llegar hasta Manuel, pero antes de tomar el sorbo del café que él le ofrecía le dijo: -. Oiga compa e Manuel; usted puede aquí montar una escuela de jugar palos porque vengo desde allá batiendo los brazos como molino de viento, apartando hamacas y ese paso me ha dejado sin aliento hasta para saludarte-.
Los muros de la casona de Los Ramírez Sánchez retumbaron de risas por el chiste y ambos se instalaron en una nueva parranda amanecedora mientras Luis Ramoncito ligaba que el Espanto que caminaba en Chinelas no regresara el viernes venidero, día en que los pedregaleros de aquel tiempo, solían alumbrar las ánimas.

Coro, Estado Falcón, Venezuela
02 de septiembre de 2019