Dar la Vida para no Morir por Antonio Trujillo
Fragmento de palabras pronunciadas por el poeta Antonio Trujillo con motivo de que se le otorgara a Guillermo De León Calles el Doctorado Honoris Causa por la Universidad Nacional Experimental de Yaracuy
A él le fue dado por los dioses el don de ser poeta y cronista, esa yunta que en la antigüedad le dio aliento al ser y espacio a los pueblos para vivir en su humilde corazón como si nunca hubiera escrito una veintena de libros.
Difícil arte éste de escribir hablando y el de hablar como se escribe, para quien padece de silencios cuando otro ser lo nombra.
A un cronista lo elige la tierra, nunca el municipio. Lo elige una rama, la niebla o esa espina en el cuerpo y el vacío de los pájaros. Un cronista, es el destino de la arcilla y de la sangre, si un río invisible lo llama y toca en sus aguas el tiempo del hombre.
Nos dice Orlando Araujo en su libro "Barinas son los ríos, el tabaco y el viento": "¿Microhistoria? ¿Historia regional? ¿Crónica? Que le busquen y le pongan nombres genéricos los falsificadores por oficio, por envidia o por desconsuelo. Para mí es la reconstrucción inteligente de un pasado que me envuelve y me proyecta, un diálogo con gente que me estaban esperando".
Y eso oigo en la palabra escrita de Guillermo De León Calles, cuando en "El mar nuestro de cada día", aparece Agustín "El que gritaba que el agua era roja y que el corazón de los inocentes eran los encargados de aguardar la lluvia", y Esther la de Juanita: "quemada por los resplandores y asediada por los reclamos de la noche...", y Faustino: "El único que dice que el mar se puso amarillo, cuando la corona de La Candelaria descendió de los cielos...", y Cunacho: "el que buscó un resto de lámpara en su mirada".
¿Y qué hacer, si el de Pedregal siente en las piedras el fulgor de todos los géneros literarios? mientras si de resguardo y ebriedad para cada esquina donde sueña órficamente "Dar la vida para no morir".
Hablamos del cronista, del hombre tallado en los seres de la canción, del teatro, en la poesía y la palabra recién venida desde la oralidad y lo mítico en el deseo de otra leyenda.
El poeta se muda a otras casas y es eterno en "La piedra no está hecha de piedra":
"Tráeme la luz
Que el sol de los venados apacigua mi vida
Y apenas es tu mano quien dirige la voz
Y no quiero más sombras
Basta ya con sentirme perseguido
del tiempo"
Así canta y ordena la luz de su región este juglar "dueño de dos infancias". De allí, la ternura y el trato de sus propios misterios atado a un desierto en los límites del mar. Digo el nombre de tanta poesía. Guillermo De León Calles, poeta y cronista, en la ofrenda del país que buscamos.